´´Los hombres pasan, pero los principios quedan y triunfan´´
–Betances.
25 de noviembre de 2023. Coabey, Jayuya, Puerto Rico.
Encontré este lugar mientras mi alma gemela y yo buscábamos otro lugar, una casa de madera que se posa al cruzar el Río Salientito que la separa de la Casa Museo Canales. Nos llamó la atención porque se veía como un modelo de lo que queremos algún día que podamos construir nuestro propio hogar.
Por ahí ella y yo íbamos de paseo. Íbamos detrás de una nueva aventura. Íbamos a por historia. En vez… encontramos un lugar nuevo y desconocido para nosotros.
Ese día… ya hace como dos semanas, nos recibió ´´El comité de bienvenida´´. El comité está compuesto por cuatro pastores alemanes, cuyos nombres aun desconozco. Por el momento, creí apropiado apodarlos Marx, Engels, Beethoven y Faust al esos ser nombres reconocidos de ese país europeo.
Alarmados, pensamos que habíamos cometido un error al arribar en aquel lugar y que nuestro fin había llegado. Pero, resultó que ´´El comité´´ está compuesto por unos canes muy amistosos que solo querían olfatearnos, escoltarnos y resguardarnos mientras nos encontrábamos en la propiedad.
Hoy, y ayer, tuve el placer de laborar en la residencia y museo independiente dedicado al nacionalismo puertorriqueño: El Museo de Nuestros Mártires, ubicado en este barrio del municipio cordillerano y que hoy hace 25 años fue fundado.
No pensé que la conversación que sostuve con el propietario alrededor de hace dos semanas, y donde sin vergüenza intenté venderle la idea que me dejara laborar en su propiedad, fuese fructífera. Había quedado perplejo porque nunca en la vida me había imaginado que un primo hermano de un tío político mío, fuese el propietario de un espacio tan especial.
La vida tiene sus cosas o quizás era el destino.
Afortunadamente para mi, y si soy tan valiente al decir, logré convencer al señor de esas tierras. Hablo de Ernesto Dávila, patriota, fundador y custodio del museo. La primera vez que conocí a Don Ernesto me dijo que él no se ha retirado del museo porque tiene un compromiso con la patria y por eso fundó el museo el cual él mismo financió sin ningún tipo de ayuda del estado. Es poco decir que me conmovió. Aquí venía yo pensando que a nadie más le importaba quienes somos los cordilleranos, los puertorriqueños, pero él me dio una lección en la humildad.
Don Ernesto me dio la oportunidad, y por eso le soy agradecido, pero luego de hoy le soy más agradecido por su servicio al país y a la identidad puertorriqueña.
Hoy, junto a muchos más, celebré el cumpleaños nonagésimo quinto de un héroe y figura histórica sin saberlo en el momento. Caí en cuenta de lo que estaba sucediendo mientras entablaba una conversación con su hijo acerca de esta figura misteriosa para mi, pero bien conocida por los integrantes de la actividad.
Esa figura era Don Heriberto Marín, partícipe de la Revolución Nacionalista del 1950. Un hombre que estuvo de hombro a hombro con Don Pedro Albizu Campos.
Al darme cuenta de la magnitud de la importancia de aquel hombre experimentado que caminaba sin bastón y quien poseía una vitalidad increíble, me disculpé con su hijo y enseguida me levanté de mi silla y me dirigí hacía Don Heriberto para felicitarlo en su aniversario, extenderle mi mano y expresarle mi agradecimiento por su compromiso y servicio a la patria.
Todo fue surreal, pero tuve el privilegio de conocer a otros comprometidos como a Don Jorge A. García, artesano y fundador del Museo de la Higüera, ubicado en Caguas; al cineasta, Tito Román, director del documental titulado Psiquis; y al hijo de Carlos Irrizary, patriota quien fue abatido por la policía en Jayuya durante la mencionada revolución, cuyo nombre, al momento y vergonzosamente desconozco.
A diferencia de mi, que intento ser autor, Don Heriberto ya es un autor publicado de Eran ellos y Coabey, el valle heroico. Para mi sorpresa, los maestros de ceremonia decidieron que yo tenía que pararme en tarima y leer una remembranza de Don Heriberto acerca de nuestra bandera.
Como les había dicho anteriormente, no había caído en cuenta de que estaba en la presencia de una figura histórica. Pensé que en adición a la celebración del aniversario vigésimo quinto del museo, le estábamos celebrando el cumpleaños al tío de Don Ernesto. Cuando leí la remembranza lo hice casi en modo automático, los nervios me traicionaron y me tenían ciego a lo que estaba aconteciendo.
Una peculiaridad de la actividad era que cada lectura de los escritos de Don Heriberto que se hacía, se procedía con una canción por distintos grupos musicales que allí arribaron. Mientras observaba como una mosca en la pared, pude apreciar la mezcla de cultura que juntas conforman una sola cultura, nuestra cultura, la cultura puertorriqueña. En los rostros de los integrantes podía ver a África, Europa y Borikén.
En algún momento luego de conversar con Don Jorge acerca de historia, política e higüeras, me encontré charlando con dos caballeros quienes recapitulaban como hace décadas la zona de Coabey estaba repleta de siembras de tomate, pero hoy se han convertido en bosques.
De lo que pude recopilar de los hombres, y si pueden disculpar mi falta de conocimiento de datos históricos, el abandono de las cosechas aparentemente fue en parte, debido a la migración de familias del campo a viviendas públicas y a la otorgación de los famosos ´´cupones´´. Entre ambos factores se desincetivizó la economía agrícola que por siglos caracterizaba la isla.
En mi experiencia a través de mis años viviendo en nuestra isla querida, a esos datos históricos no se les da importancia, como si la gente viviese abnegada a la realidad y se piensan inferiores a otras naciones. ¿Y qué ejemplo más cercano que el mío propio? Hasta no hace mucho, pensaba que aquí en Puerto Rico no se podía construir una vida y un futuro. Ahora sí pienso que se puede.
Si me permiten parafrasear a Don Heriberto cuando en tarima se dirigió al público allí presente´´: La humildad y la dignidad ante todo, pero nunca bajarle la cabeza a nadie´´.
Ya más consciente de los eventos que ocurrían a mi alrededor, me di cuenta que estaba rodeado de hombres y mujeres con dignidad. Dignidad… un concepto olvidado, pero muy vivo en aquellas personas.
La música culminó con el himno revolucionario de Puerto Rico escrito por Lola Rodríguez de Tío en 1868. Nunca lo había escuchado anteriormente, pero me sonó como a ´´La Borinqueña´´ de Javier Fernández Juncos. Los espectadores, y a la vez participantes, elevaban sus puños en el aire como símbolo de su lucha por la libertad puertorriqueña.
´´¡Viva Puerto Rico libre!´´ exclamaron al culminar el himno, el cual me conmovió.
No tengo ilusiones de grandeza, querido lector, pero me gustaría intentar traer lo puertorriqueño a los puertorriqueños.
Y como dijo Don Jorge: ´´Luchar y seguir en la lucha es lo importante´´.