Tal vez el investigador más conocido que se nos puede venir a la mente es el ingenioso Sherlock Holmes, el detective ficticio superdotado capaz de resolver misterios que le quedan grande a los demás y de quien abordaremos más en el futuro. Por ahora, muchos sabemos que Holmes emplea muchísimo la observación para recopilar datos, formular hipótesis y llegar a conclusiones para resolver las incógnitas que se le presentan en su carrera. Pero antes de explorar la observación, abordemos acerca de lo que todos poseemos y lo que los autores de Los elementos del periodismo, Bill Kovach y Tom Rosenstiel, llaman el instinto de la conciencia. Inclusive, podríamos renombrar a este concepto como el instinto de la curiosidad que puede provenir de lo que observamos, escuchamos, olemos, tocamos, saboreamos o simplemente de una idea que se nos surge espontáneamente mientras nos duchamos.
Por lo tanto, el primer paso para ser un indagador, es precisamente cultivar ese instinto de curiosidad. Es más allá de convertirnos en una tía o colega chismosa, es tener la inclinación por conseguir, interpretar y aprender nueva información por el hecho de conocer y ampliar nuestros horizontes. Luego, con ese conocimiento la persona puede decidir qué hacer con el. Lamentablemente, algunos lo utilizarán para hacer el mal, pero afortunadamente, otros lo utilizarán para hacer el bien.
Ya que somos conscientes de que somos curiosos por naturaleza podemos determinar acerca de qué queremos ser curiosos más a fondo, como las historias de los vídeo juegos, cómo redactar una carta de renuncia, por qué el arma predeterminada de una madre hispana contra un niño desobediente es la chancla, y así por el estilo. Las preguntas y respuestas son infinitas y jamás conseguiremos saberlo todo, pero no significa que no podamos intentar de conocer todo aquello que nos llame la atención o explorar aquellas ideas espontáneas que nos surgen.
A demás, tenemos la ventaja de vivir en el siglo XXI en donde podemos conseguir información por ilimitados canales al instante a través de medios como la inteligencia artificial, los buscadores de internet, las redes sociales, los vídeos inagotables de YouTube, y claro, los libros. No existe excusa para el acceso a la información, a menos que residamos en partes del mundo que no cuentan con fácil acceso a estos recursos. Y por otro lado, tenemos que combatir con el flujo constante de información, censura y desinformación, inclusive por agencias gubernamentales que son las fuentes de información que idealmente podemos confiar sin cuestión, pero todo aquél con pensamiento crítico sabe que no es cierto. Esto quiere decir que es rápido satisfacer nuestras curiosidades en el mundo moderno, pero no es fácil dar con la verdad.
Bueno, esos son temas para discusiones futuras. Ahora, sin desviarnos tanto del tema, empecemos con tener bien claro que somos seres que necesitamos saber cosas y que tenemos que mantener conciencia de eso para poder ser más efectivos como receptores y portadores de la información. Una práctica básica, pero de ultra importancia es mantener una libreta de apuntes y una pluma en mano, para contestar como buen periodista las siguientes preguntas: ¿qué?, ¿quién?, ¿por qué?, ¿dónde?, ¿cuándo? y ¿cómo?, cuando se nos surja alguna inquietud.
Ésta es la forma más básica para abordar cualquier incógnita, porque éstas preguntas responden a los detalles más urgentes e importantes que deseamos extraer. También se conoce como la pirámide invertida la cual los periodistas la utilizan para redactar la información de mayor importancia al principio del escrito y luego ofrecen más detalles de manera descendente.
Para recapitular, para ser un indagador hay que cultivar el instinto de la curiosidad, utilizar todos nuestros sentidos para capturar información, tomar notas en base a esa información y responder a las preguntas ¿qué?, ¿quién?, ¿por qué?, ¿dónde?, ¿cuándo? y ¿cómo? constantemente.