“No te deprimas, ocúpate”.
Algo así me decía mi mamá; un dicho que no recuerdo de donde lo sacó, pero que ahora le encuentro más sentido, porque a lo largo de mucho años he dependido de buscar la solución perfecta a mis problemas en vano. Las soluciones perfectas no existen, pero entender que no existen es aún más difícil para alguien que le busca las cinco patas al gato como yo. Por otro lado, lo fácil es enfrascarse en la búsqueda, hora tras hora, año tras año, para luego deprimirse y terminar hora tras hora, año tras año distrayéndose y haciendo cosas sin sentido como mudarse tres veces en un año, buscando la respuesta que nunca llegará.
Tocando fondo
Los años corrieron y me di cuenta que no logré lo que creía que iba a lograr de acuerdo con la línea de tiempo que había establecido para mi vida cuando era más joven e ingenuo. Así que pensé que la solución a mis problemas era comenzar un negocio de palabras, pero me enfrasqué en la idea de que primero necesito una fuente de ingresos recurrente y abandoné mis grandes ideas a favor de encontrar un buen trabajo. Esta batalla la llevo lidiando por años y me quedé sin la soga y sin la cabra. La oportunidad de trabajo perfecta aún no llega y tal vez nunca llegará y la desconfianza en mis ideas perdura. Así que termino despidiéndome de mi propio negocio para luego regresar a él como un niño que se da cuenta que sus padres tenían razón y regresa a pedir perdón y consejos año tras año.
A esta interminable y ansiosa búsqueda de respuestas la comparo a lo que Mark Manson, autor de The Subtle Art of Not Giving a F*ck, le llama “el infernoso bucle de la retroalimentación”, un proceso enloquecedor que no conduce a nada y que muchas veces es creado por nuestras expectativas irreales acerca de la vida. Estas expectativas muchas veces son creadas por darle exceso de importancia a cosas que no merecen nuestra atención, como el alimentar nuestras ansiedades en vez de físicamente lidiar con nuestros problemas.
El combate
Para combatir el infernoso, hoy decidí hacerle caso a mi consultora de negocios y asistí a la conferencia acerca de inteligencia artificial (IA) para emprendedores, Digitize 2.0 del Departamento de Desarrollo Económico y Comercio (DDEC) de Puerto Rico llevada a cabo en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ponce (UPRP) por los conferencistas Pedro Juan Hernández, Mildred Ramírez y Juan Carlos Pedreira. Para muchos, la IA es el gran monstruo que reemplazará a todo el mundo de sus trabajos, para otros es la gran tecnología que hará sus trabajos y negocios más eficientes. Al momento, me encuentro en el primer grupo, el grupo de los pesimistas, pero por eso asistí a la conferencia en carne y hueso para matar la ansiedad y la resistencia a lo desconocido.
La acción es el antídoto en contra de la depresión y todo viaje comienza con un solo paso. Pues estar en medio de la nueva gran revolución tecnológica que enfrenta la humanidad me parece un buen paso. Así me convenció el señor conferencista Hernández. Sus interacciones jocosas que realizó con ChatGPT fue lo más positivo y memorable que me llevé de la conferencia, precisamente porque pude apreciar cómo uno puede divertirse con esa tecnología mientras se es productivo. Aunque algunos datos como los millones de desplazos de trabajadores que se avecinan y las batallas jurídicas que se continuaran librando a cuenta de los derechos de autor me preocuparon, encontré aliento en las imploraciones de Ramirez y Pedreira, de abrazar la vanguardia con cautela.
Quizás todos deberíamos hacer igual…