Los temas políticos son ahora aún más abrumadores que en años no eleccionarios, pero creo que no por mucho. Por los últimos quizás 10 años he vivido en carne propia numerosos cambios tecnológicos, sociopolíticos y económicos que ni sabía que andaban ocurriendo. Cuando uno es bien joven entiendo que por lo general no tiende a prestarle mucha atención a esas cosas tan complicadas. Al menos pienso que ese es mi caso, aunque he conocido gente que desde muy temprano se inclinaban por las causas, fueran las que fueran.
Ahora que tengo unos añitos más, pienso que por más inteligente o pensador que uno piense que sea en la juventud, no necesariamente se tiene la capacidad para entender e interpretar tanta información que viene de todos lados constantemente. Aún ahora que soy más adulto no estoy seguro de lo que precisamente está ocurriendo en mi entorno, imagínese en los pasados 10 años en plena etapa de desarrollo y adultez temprana. Tampoco creo que el ser expuesto a tecnologías experimentales como el uso diario de las computadoras, el internet y las redes sociales me haya ayudado a entender eficazmente al mundo o al sendero de la vida. Tanta información realmente crea distorsión.
Y entonces, ¿en qué se puede confiar si todo el mundo dice algo distinto?
Mis padres y abuelos no se criaron con esas tecnologías que me trajeron rápido e interminable acceso a la información. Vivían más lento que yo. Y una mente que ya era curiosa de por si, tuvo a la mano el mundo de la información. Eso pudo haber sido una bendición como una maldición. Yo diría que ambos, pero al estar al epicentro de todos esos cambios tecnológicos que a la vez estaban impulsando cambios sociopolíticos y económicos, se creo un torbellino aplastante de incesantes ideas en mi cabeza.
Es muy difícil procesar tanta información de una, y ahora pienso que existen tantos problemas de salud mental al ser propulsados por estas tecnologías, ya sea intencional o no intencional. Inclusive, hace poco el director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg, tuvo que pedir perdón por los daños y tragedias que han causado sus plataformas Facebook e Instagram.
Todo esto me devuelve al dilema que he tenido desde temprana edad: ¿en qué creo entonces? Y luego recuerdo que soy un ser humano y no lo puedo saber, ni menos entenderlo todo. Solo puedo, como dicen Kovach y Rosenstiel, autores de Blur, “intentar cada vez más acercarse a la verdad”, porque la verdad absoluta es imposible alcanzar.
Para intentar explicar un poco acercar de la idea del exceso de información y la multipolarización, utilizo éste artículo que leí en la BBC. El autor, un profesor de psicología política, Barry Richards, de la Universidad de Bournemouth, Inglaterra, remarca que en las figuras de Donald Trump y Javier Milei se puede apreciar un fenómeno contradictorio: la mezcla del liberalismo con el autoritarismo.
Según entiendo, Richards expone que algunas personas pueden creer que el expresidente estadounidense y el presidente argentino son líderes autoritarios (o al menos poseen ciertas características de uno) que se hacen ver como antiautoritarios y rebeldes para conseguir el poder. De ese tipo de personajes no dudo que existan muchos y hay muchas opiniones acerca de quién es quién, y muchas veces nadie quiere entender el punto de vista opuesto. Entiéndase, un multipolarismo de ideas y opiniones fundadas o no, y que siempre ha existido de alguna forma u otra.
Por otro lado, hay personas que ven a estos líderes favorablemente y probablemente piensen que tal aseveración (la de que son líderes autoritarios) es absurda. En mi primera lectura del artículo yo encontré esa proposición absurda, aunque hice mi mayor intento de tratar de entender lo que el autor quiso decir, y aprender de su perspectiva y la de los que piensan de esa forma.
Entonces, con la información que he consumido hasta el momento acerca de éstas figuras públicas, y admito que la información no la he consumido a un nivel profundo, no pienso que estos hombres sean autócratas. Me parecen como un aspirante al senado de Puerto Rico, Eliezer Molina; personas que se han cansado de lo mal que se están haciendo las cosas en el país y quieren o se han visto obligados a fomentar el cambio. Puede que esté equivocado, pero los cambios vendrán, estemos nosotros de acuerdo con ellos o no. Y pues los cambios verdaderos entiendo se hacen a través de la política y la legislación ya que afectan las vidas de las multitudes.
Por ejemplo, hoy se habla de prohibirle las redes sociales a menores de 16 años. Dejándome llevar por mi propia experiencia, siento que debería estar de acuerdo. El desarrollo del individuo no puede estar abarrotado de tanta información si no es de manera controlada y guiada. No había control ni guías acerca de cómo consumir tanto contenido estimulante durante mi infancia y adolescencia porque toda esa tecnología era nueva, y todos hemos sido sujetos a este experimento tecnológico en el que vivimos. Desconozco si esas guías existen ahora, pero creo que sería mejor idea enseñarle el uso adecuado de redes a los menores que prohibirles su uso completamente.
Más aún, les confieso que no había escuchado acerca de la alfabetización de los medios hasta llegar a la universidad. La alfabetización de los medios es la destreza de poder discernir, analizar, contextualizar e interpretar la información que recibimos independientemente del medio, al menos así yo lo defino. Y quizás los intelectuales ya han añadido las redes sociales a sus libros de texto y enseñan cómo consumirlas adecuadamente. La educación necesitará seguir siendo actualizada según cambie el mundo.
Por otro lado, me acuerdo que mi padre decía “no creas en todo lo que lees”, pero lo que no me dijo, y no lo culpo, porque no sabía, es que las tecnologías irrumpirían en la absorción y contextualización de la información. La tecnología creó una gigantesca bola de nieve que me atrapó y no me dio tiempo de darme cuenta qué realmente estaba sucediendo.
La tecnología a tenido la capacidad de dividir a la gente rápido y sin precedentes y a exacerbado la multipolarización, la condición donde muchos creen lo que quieren y no se interesan por conocer más, o a entender a los demás.
Así que no puedo culpar la creencia de los que apoyan a Trump, Milei y a Molina. Tampoco los puedo culpar por creer que sus líderes hayan sido sujetos a condenas y persecuciones políticas porque he podido observar cómo los mismos medios y los opositores políticos han realizado esfuerzos para sacarlos del camino.
Mi instinto dice que aunque sean controversiales para unos, Trump, Milei y Molina dicen la verdad o al menos brillan luz a problemas que se han estado ignorando por demasiado tiempo. Tal vez en cierta medida representan la voz de la razón. Solo el tiempo dirá y es lo que pienso en este momento con la información que tengo.
Como dice Richards, la hibridación de ideas opuestas como el autoritarismo y el liberalismo se está llevando a cabo por personas que nos quieren llegar, pero no nos podemos dejar confundir más de lo que ya estamos y tenemos que estar pendientes. No hay líderes autoritarios ideales y los individuos tampoco pueden ser autosuficientes completamente, nos dice Richards, así que interpreto que las ideas opuestas se tienen que juntar para que un mundo multipolar logre ponerse de acuerdo y la sociedad siga funcionando.
Encontramos la verdad en algún punto medio, he leído por ahí, así que si logramos entendernos y cooperamos, podremos verdaderamente progresar. Para lograr esto intento seguir buscando más información, pero cauteloso con la cantidad, el medio y la calidad de ella. A demás, intento entender las ideas de los demás y a estar dispuesto a cambiar las mías si las suyas me convencen. Es una buena manera de darse cuenta de quién está más cerca de la verdad. No por ganar un argumento, pero para aprender.
La verdad se sabrá poco a poco. Pero en lo que los senderos nos lleva a ella, realmente no puedo culpar a nadie por sus opiniones o creencias, porque cada cual ve las cosas por sus ojos. Yo solo puedo intentar entender a los demás para seguir montando el rompecabezas de la verdad como dicen los autores de Blur.
¿Qué piensa usted?